Tengo la impresión –y si me apura la percepción– de que el Ejecutivo no entendió el mensaje que le envió el Congreso. Enfrentarse a la oposición sosteniendo que Heredia seguirá como hasta ahora, ejerciendo un poder informal que no está sujeto a ningún control es, cuando menos, imprudente. Un Presidente podría darse esos lujos si tuviese el apoyo del pueblo. No cuando tiene 25% de aprobación y la Primera Dama 27%.
El Presidente ha advertido: Heredia seguirá despachando desde una oficina, que dicen que no tiene, aconsejada por unos asesores que no son formalmente suyos. Seguirá convocando a ministros, despachando con ellos, fijando agendas, dando luz verde y coqueteando, cómo no, con la Confiep.
El Ejecutivo se defiende sosteniendo que el poder de Heredia es solo percepción. El problema es que a Heredia le gusta alardear y olvida que Dios perdona el pecado, mas no el escándalo. El poder que ejerce Heredia debería preocuparnos, por la historia reciente, y porque este es una afrenta a las instituciones democráticas y al orden constitucional. El poder de Nadine no es pequeña política, como quiere hacernos creer el marqués. Pequeña política es apoyar y proteger a quien ejerce un poder informal motivado por rencores personales demasiado viejos ya.
El Congreso tuvo la oportunidad de hacerle saber al Gobierno que no permitiría que Heredia mantenga el poder informal que ejerce. No lo consiguió. Un partido pactista se entrometió. ¿Por qué el PPC otorgó la confianza al gabinete? ¿Qué cambió entre viernes y lunes? ¿La oferta de un fajín? ¿La presidencia del Congreso? Sea lo que fuere, no fue por el bien del país ni en aras de la institucionalidad. El PPC demostró, una vez más, que actúa en base a intereses partidarios y carece de visión. Demostró que las nuevas generaciones han sido incapaces de alejarse del origen cortesano de sus fundadores.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario