Pese a que Latinoamérica ha experimentado altas tasas de crecimiento económico, ha reducido la pobreza considerablemente y la desigualdad, ha logrado mejorar los indicadores de salud y el acceso a la educación, no ha conseguido satisfacer las demandas de sus ciudadanos por seguridad, mejor calidad de educación, salud e infraestructura, ni ha logrado reducir la informalidad. Todo ello debilita la confianza de los ciudadanos en el Estado.
Para Fukuyama, esto se debe a la mala administración burocrática y la debilidad de los Estados. Por ello, considera que se deben "concentrar en desarrollar una administración pública de elevada calidad", siendo necesario acabar con el clientelismo. Sin una sociedad que mantenga la presión sobre sus gobernantes, ello no será posible, sostiene.
Lamentablemente, en el Perú no existe una cultura de rendición de cuentas. Hay una desconexión entre los políticos y los ciudadanos que los llevaron al poder. Los primeros no entienden que tienen la obligación de actuar con transparencia y eficiencia; y los segundos, que son ellos quienes tienen el poder a través del voto.
La inseguridad ciudadana, el sicariato y la violencia política están coartando al Estado y el Gobierno no tiene la capacidad para enfrentarlo. Hace unos días, Carlos Meléndez escribía sobre la amenaza que representan las mafias en la sociedad. Aquellas que extorsionan empresarios, políticos y ciudadanos por igual. Para Meléndez, hoy, es difícil distinguir entre víctimas y victimarios.
Esta anomia es producto de la falta de Estado. Ante ella, el monopolio de la violencia, que debe necesariamente ser ejercido por el Estado, no existe. La violencia es ejercida por cualquiera. Si el Estado no logra imponerse, nos convertiremos en el Medellín de los ochenta o en el norte de México.
Estamos cansados de vivir en medio de la violencia, la inseguridad y la informalidad. Pero sobre todo de autoridades ineficientes que no tienen capacidad para gobernar.
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