La historia ha demostrado que lo que en un tiempo y en una sociedad determinada se consideraba aceptable, no necesariamente lo seguiría siendo. Durante cientos de años las sociedades se llenaron de explicaciones para justificar la esclavitud. Hasta hace poco las mujeres no teníamos el derecho al voto, ni a disponer de nuestros bienes. Como si fuésemos incapaces eran nuestros padres o maridos los encargados de administrarlos. Para poder tener un pasaporte necesitábamos de su autorización y aún hoy nuestros hijos deben ser registrados por sus padres.
Hubo una época cuando los indígenas latinoamericanos eran llevados a Europa a ser expuestos en zoológicos humanos. Esos mismos indígenas estaban prohibidos de entrar al Damero de Pizarro. Hasta hoy, los empleados domésticos usan baños distintos a los de sus patrones.
Aceptar aquello que rompe el statu quo, asusta. Sobre todo a aquellos privilegiados por ese statu quo. El Estado no puede intervenir en la vida privada de las personas, ni decirle a un ciudadano a quién debe amar y cómo hacerlo. El Estado no puede disponer mayores derechos civiles para unos y menos para otros. El Estado tiene la obligación de reconocer que todos los ciudadanos son iguales ante la ley y por ello debe reconocerles sus derechos y brindarles protección sin importar su orientación sexual. Sin importar lo que piense la Iglesia, porque somos un Estado laico.
En el Perú existen ciudadanos gay que han formado familias, que tienen parejas estables y son padres. Esas familias y esos niños tienen los mismos derechos que cualquier otra familia y que cualquier otro niño. ¿Por qué se les está privando de ser reconocidos? Hayek sostenía que la ley debe ser producto de un reconocimiento de lo que sucede en la sociedad. La ley debe nacer de la realidad, porque de lo contrario es letra muerta. La ley de la unión civil lo que busca es reconocer una realidad y otorgarles derechos patrimoniales a quienes, en la práctica, son una familia igual que cualquier otra. La libertad consiste en que todos los ciudadanos tengan acceso a los mismos derechos y oportunidades, ejercerlos o no es parte de la libertad individual.
Los congresistas no han sido elegidos para imponernos sus ideas o los dogmas de su Iglesia. Aquel congresista que denuncia que esto es un matrimonio encubierto, que pretende irrogar derechos que la Constitución otorga solo a los heterosexuales, olvida que el principio de la Constitución es la igualdad ante la ley. ¿Cuál es el problema de que el Estado proteja la unión civil? Tengo maravillosos amigos gay que son estupendos padres de niños sanos y llenos de amor. Conozco maridos que golpean a sus mujeres y a sus hijos, padres heterosexuales que no visitan a sus hijos y que deben ser enjuiciados para pasarles una pensión. ¿Es que acaso la orientación sexual determina qué tan buenas personas podemos ser? La intolerancia es una característica de nuestra sociedad, donde unos se creen superiores a otros y no terminan de entender que la Constitución, la ley -y también Dios-, nos hacen a todos iguales.
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