sábado, 7 de septiembre de 2013

¡Qué "pendejo" que soy!

Carlos llegó a recoger a su hijo del colegio, cargado con el malestar que produce vivir en una ciudad caótica, sin encontrar dónde cuadrarse. Como él, varios padres lidiaban con el mismo problema: colegios que no tienen parqueo y que congestionan las calles. Pedro venía por el lado contrario tratando de llegar a su casa, justo cuando Carlos pasaba frente a su garaje. Pedro le hace una seña para que retroceda y así poder entrar a su casa. Alzado, Carlos le dice que de ninguna manera y le mete el carro. Como Pedro no retrocedía, Carlos decidió que se jodieran todos. Se bajó del auto dejándolo en el medio de la vía y se fue al colegio a recoger a su hijo, pese a las protestas de los demás. Cuando regresó, su hijo le preguntó: "Papi, ¿ese es tu carro?". "Sí, hijito", contestó: "Ya sabes como es papi". Y se fue orgulloso. ¡Era un gran "pendejo" y nadie se metía con él!

Esta es la imagen de nuestra sociedad, donde nadie tiene consideración por los demás. Donde el vecino no importa, importa imponerse, ganar, llevárselo todo. Los ciudadanos no confían ni en el Estado ni en los demás ciudadanos. No existe cohesión social, ni conciencia de grupo. No nos importa el bien común, ni tenemos un plan de país. No nos enfurece la discriminación, ni saber que uno de cada tres peruanos vive en pobreza. No nos interesa que niñas de 12 años sean prostituidas por 3 soles. No importan los niños que crecen en la miseria ni la violencia física y sexual contra las mujeres.

Una de las condiciones para llegar al desarrollo es que exista cohesión social y confianza entre los ciudadanos y de los ciudadanos en el Estado. No basta el crecimiento económico. Esta confianza es la que hace que las normas sociales se cumplan, no por miedo a una sanción sino porque existe un interés de grupo de vivir en armonía. Por ejemplo, en países desarrollados la ley establece que el dueño de un perro debe recoger la caca. Por ello, cuando sacan a los perros llevan bolsas para cumplir su deber ciudadano. Si bien existen "free riders", estos son los menos. La mayoría recoge la caca de sus perros porque confían en que los demás también lo harán. En el Perú existe la misma regla, pero nadie la cumple. Como consecuencia, los parques donde juegan los niños están llenos de caca.

Esta semana Fernando Cillóniz escribió sobre Puno. Para él, en Puno hay mucha plata, aunque en su mayoría es mal habida. Pero qué importa "Que hay plata, hay". También hay pobres, decía, pero hay mucha riqueza. "No hay que caer en la trampa de los falsos mendigos". Este es otro ejemplo de la falta de cohesión y conciencia social. Repasemos Puno: desnutrición crónica en mayores de 5 años: 21.5%, acceso a agua potable en vivienda: 30%, pobreza multidimensional: 60%. Hasta fines de julio habían muerto 34 niños por frío. Pero según Cillóniz, en Puno hay mucha plata. Con ustedes, la clase empresarial peruana.

No hay comentarios.: