sábado, 11 de enero de 2014

La Jefa

Nadine Heredia es oficialmente la presidenta del Partido Nacionalista y Primera Dama del Perú. Extraoficialmente, Primera Ministra. Ella convoca y nombra ministros, pone la agenda y coordina con ellos. Según el ministro de Defensa, también les da luz verde. Sus ministros se creen protegidos, sintiéndose, incluso, por encima del Congreso.

Heredia no es funcionaria pública, por ello no está obligada a rendir cuentas. Sostiene que no existe un presupuesto asignado a su despacho, pero no dice de dónde, cómo ni por qué sale el dinero que financia sus viajes y presentaciones. La semana pasada, la flamante presidenta del Partido Nacionalista dio una entrevista desde Palacio. En ella hizo un recuento de los logros de su gobierno y de paso le metió su chiquita a un expresidente.

El poder de Heredia es un riesgo, porque este es informal y no está sujeto a ningún contrapeso. Por ello, ¿cómo se explica que el director de un diario de oposición y una de las editoras de otro del mismo grupo hayan accedido a una audiencia privada con ella? ¿No es acaso que cuestionan la falta de institucionalidad y están preocupados por lo que sucedería si se desempolva La gran transformación?

En política no se puede ser ingenuo, si al 2015 Heredia tiene un porcentaje interesante de intención de voto, se va a lanzar. El problema no es que se lance, sino que utilice recursos públicos, como viene haciendo desde el 28 de julio del 2011 para promover su imagen y candidatura. Por ello, el Congreso debería recordar su rol en un Estado de Derecho, el de hacerle contrapeso al Ejecutivo, y legislar limitando las posibilidades de que ello, el uso de recursos públicos, siga ocurriendo.

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