El hijo garante del marqués garante ha salido esta semana a advertirnos de los peligros que corremos con el presidente Humala. Parece haber olvidado, de pronto, que fue él quien le garantizó al Perú -poniendo el marquesado de su padre como garantía, porque valgan verdades él no tiene nada propio que ofrecer más que ser el hijo de su padre- que Ollanta había olvidado la Gran Transformación. Alvarito nos aseguró que la única forma en que el Perú seguiría siendo un país democrático era si elegíamos a Ollanta, quien era el elegido que llevaría al Perú por el camino del bien. ¿Cómo es entonces que tiene cara ahora para advertirnos de los peligros que corremos? Es que parecería que de pronto olvidó el papelón que hizo frente al Perú entero cuando, subido en el estrado del mitin de cierre de campaña del entonces candidato, pretendía discursear. Pobre escena la de Alvarito con discurso a medias, cortado por la entrada del expresidente
Toledo, su esposa la encantadora Eliane y la pareja que hoy gobierna y que pretende postular a una reelección conyugal. Pero Alvarito no se queda ahí, hace un par de días felicitó a la Defensoría del Pueblo por su decisión de oponerse al Servicio Militar Obligatorio.
¿Que pensará el ministro Cateriano, muy cercano al marqués, de estas declaraciones? No olvidemos que el ministro Cateriano es un alzado defensor del Servicio Militar Obligatorio. Aquel que discrimina abiertamente entre los ciudadanos, demostrando una vez más que en el Perú todo se compra y todo se vende. Alzado Cateriano, escudándose en lo que él y sus amigos llaman "sus credenciales democráticas", se atreve a sostener que la Defensoría del Pueblo tiene un "tufillo político", ha amenazado al Poder Judicial diciéndole que deberá asumir las consecuencias y se queja de que desde el Congreso hay una oposición virulenta al Gobierno.
El ministro Cateriano ha sido deslumbrado por las circulinas, los honores militares y el efímero poder que cree tener. Cateriano da vergüenza ajena al mostrarse incapaz de resolver el problema de poder dentro del CAEM, habiendo tenido que agachar la cabeza ante el verdadero poder: el del asesor presidencial Villafuerte. El ministro parece haber olvidado aquellos principios libertarios que en los ochentas lo llevaron a formar parte del movimiento Libertad.
Mientras tanto, el marqués garante guarda silencio sobre el despropósito del servicio militar, la frustrada compra de Repsol y el descarado blindaje al expresidente Toledo. Quizás se deba a que su apoyo ha quedado totalmente hipotecado al Gobierno debido a la decisión del Presidente de satisfacer los más bajos deseos del marqués, aquella venganza que lo envenena: el que Fujimori muera en la cárcel.
El poder sin duda obnubila, hace perder la perspectiva, lo llena al que lo ostenta de una sensación de estar por encima del bien y del mal, de ser intocable. Cuando el poder cae en manos de quien no está a la altura, desnuda sus debilidades, angustias, ambiciones y miserias. Estos son los liberales que alguna vez quisieron gobernar el Perú. Con ustedes el Movimiento Libertad.
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