Mientras el Perú se entretiene con las compras, las cuentas y el descaro de Nadine, la economía
nos juega una mala pasada. Hace unos días nos “sorprendió” el anuncio de que la economía
peruana habría crecido 1.73% en el primer trimestre del año. El Ministro de Economía, sin embargo,
se muestra inexplicablemente entusiasta: "Ya hay razones para estar tranquilos sobre la aceleración
de la economía" dijo, mientras que el BCR redujo su estimado de crecimiento de Perú para el 2015
del 4.8% anunciado a 3.9%. Con mayor prudencia, redujo su proyección de crecimiento a 3.3% y el
Citibank a 2.8%. Para Julio Velarde, presidente del BCR, el ajuste se explica por la caída en los
sectores construcción e hidrocarburos. No obstante, nada ha dicho sobre el efecto sobre las
expectativas de la inestabilidad política y de la paralización de proyectos mineros como Tía Maria.
El crecimiento económico es responsable de la reducción de pobreza y de una menor desigualdad.
El ensanchamiento de la clase media en teoría tiende a traer estabilidad política, social y económica
y a alejar del poder a líderes radicales antisistema. Ello porque una clase media tiene derechos de
propiedad que defender y no suele estar dispuesta a arriesgarlos.
Sin embargo, en el caso peruano, quienes han logrado escapar de la pobreza carecen de acceso a
salud y educación de calidad y a empleo formal. Por ello son calificados como una clase media
vulnerable al no haber incrementado sus activos mediante mayores niveles de ahorro, o capital
humano. El BID calcula que la clase media peruana era el 40.1% de la población. Sin embargo, el
38% de los peruanos son considerados como “población vulnerable”. Esto es podrían volver a caer
en pobreza ante cualquier eventualidad.
Así, la caída del poder adquisitivo de la clase media y el posible aumento de las familias en pobreza
tendrían como efecto inmediato el aumento del descontento, mayor precariedad institucional y
menor capacidad del estado -al disminuir sus ingresos- para responder ante la población. Todo ello
representa riesgos para la gobernabilidad en un contexto pre-electoral donde líderes antisistema y
anti inversión están ganando adeptos al interior del país. Por cierto, se calcula que la inversión
privada en el 2015 crecerá en 1%.
El conocido divorcio entre la política y la economía lleva a los ciudadanos de todos los niveles socio-
económicos a no entender que de las autoridades que eligen depende el futuro del país. Además de
una marcada irresponsabilidad en los líderes empresariales y en los partidos políticos. Todo
parecería indicar que ya no hay divorcio: ahora la política va mal y la economía también.
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