La tasa de violencia contra la mujer es de las más altas de Latinoamérica, 4 de cada 10 han sido atacadas por sus
parejas. En Lima 23% de mujeres han sido forzadas a tener sexo, 47% en Cusco.
El Estado ha sido incapaz de implementar políticas públicas y campañas de cambio de comportamiento que logren
reducir su incidencia. No existe un programa integral ni atención psicológica. Es noticia de todos los días. Mujeres
violadas por sus parejas, golpeadas, quemadas, asesinadas. Mujeres a las que poderosos empresarios les quitan a
sus hijos. ¡Y todos miran hacia otro lado!
Se cree equivocadamente que la violencia contra la mujer pertenece al ámbito privado. Que es problema de la
pareja y que nadie tiene derecho a involucrarse. La Sociedad le echa la culpa a la mujer por elegir mal, por
permitirlo, por no ponerle un pare. Y así las mujeres son víctimas de violencia doméstica y social.
La violencia de genero responde al control y dominio que busca ejercer un hombre sobre una mujer. Es una
muestra de poder, de superioridad. El hombre la considera un objeto y reclama su derecho de propiedad a través
de la violencia. La violencia de género es un delito, pero no importa. Aquí las leyes no se cumplen. Y es que una de
las grandes barreras para acabar con la violencia es la impunidad.
Hace unos meses se hicieron públicas las denuncias por violencia doméstica contra un regidor. Hoy son contra un
Congresista. Sin embargo, la sociedad y las lideresas de sus partidos los protegen. En los últimos días he leído
varios cometarios defendiendo a Diaz Dios. Como en su momento a Pablo Secada. Lourdes Flores sostuvo que las
denuncias contra Secada “no eran suficientes para descalificar a un político que tenía mucho que aportar”. Y Keiko
se ha limitado a un par de tuits pidiendo que se aclare el incidente. Imagínese que ellos son actores políticos,
responsables de diseñar y ejecutar políticas públicas.
Para Secada, su mujer era “muñeca brava” y Diaz sostiene que el no expondrá a su esposa. La violencia contra la
mujer es inaceptable en cualquier circunstancia. Y quien protege o no sanciona al que la comete se convierte en
cómplice.
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